domingo, 5 de julio de 2015

Tú eres una de esas extrañas criaturas que ha venido al mundo para ser amada, lo sé.

Desde la primera vez que tus ojos se clavaron en los míos supe que no me iba a quedar más remedio que amarte.

Esa mirada hogareña, tu sonrisa confiada, la manera con que enredas los dedos jugando con la música que llevas en la mano.

Lo supe, sencillamente vino a mí.

El olor a familia en tu pelo, el sonido reconfortante de tu risa, tu don para hacerme olvidar el día a día y sentir que por fín estoy en casa...

No sé cómo lo haces, te lo juro, no lo sé.
Pero cuando llegas, se hace de día a las 2 de la madrugada y todos los colores salen a celebrar que ya estás aquí.

Llenas mi piso y mi cama con tu voz, con tus historias absurdas acerca de cazar estrellas y de ser la Luna.

Aún me acuerdo, sabes? Sí, de cuando me dijiste que tú eras la Luna, ¡cómo me llegué a reir! Y para cuando me quise dar cuenta, tú controlabas todas mis mareas...

Lo cierto es que desde que llegaste, tengo todo un firmamento de estrellas durmiendo conmigo cada noche.

Tú y tus estrellas. Y las estrellas que cazaste para mí.

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