La cogió suavemente de la nuca con una mano, con la otra le cubrió los ojos.
-Ciérralos y escucha - ella contestó con una mueca de extrañeza-. Confía en mí.
Enora bajó la cabeza a modo de sumisión.
-Ahora concéntrate: imagina que estás en una playa, la que quieras, no tiene por qué existir. Sí? - asentía- Intenta enfocar, visualizar. No. Siente. Tus pies desnudos, los granos de arena colándose entre tus dedos que se van hundiendo poco a poco. El agua fría acariciando tus tobillos. Puedes oir el mar y el va y ven de las olas?
- Sí... es maravilloso.
-Bien. Ahora date la vuelta, no aquí, si no en tu playa.
-Alguien se acerca.
-Le ves?
-Sí.
-Céntrate en esa persona. Qué despierta en ti?- ella respiró tediosamente, se empezaba a poner nerviosa.
-No lo sé... Esto no es real! No sé que quieres conseguir con todo esto, de verdad.
-Céntrate, Enora, qué sientes?
-Calor, tranquilidad, no sé, oigo el mar...
-No, Enora, no. La persona que se acerca, qué despierta en ti? Mirale.
-Mierda...- rompió a llorar como una niña. Pensaba que había olvidado ese sentimiento, no podía creerlo- Esperanza.
-Bueno... Entonces no está todo perdido, no crees?
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La gente se llena la boca diciendo que lo que hay que hacer es dejarse llevar.
Pero se olvidan de mencionar que para dejarse llevar, primero hay que soltar el lastre.